viernes, 1 de diciembre de 2017

1. Fundamentos doctrinales del sacramento


1.1. El amor
Amar es darse a otro sin esperar nada a cambio. Esto supone una lucha entre el “yo”  y el “tu”. La felicidad verdadera nos viene de la capacidad que Dios nos da en el Espíritu Santo de dar nuestra vida a los otros,  de donarnos, de realizarnos en el “TU”. Sin embargo nuestro cuerpo nos lleva  por  otra ley: la de el egoísmo, es decir, darle culto al “yo”. Lo que nos provoca una soledad profunda, aunque se esté casado, con esta soledad experimentamos el infierno, ya que no hemos dejado sitio al amor y por tanto donde no hay amor no está Dios. Nos encontramos en este infierno porque no somos capaces de donarnos al matrimonio porque el marido o la mujer nos destruyen y nos surge miedo a la muerte.
Perocomo podemos leer en varios pasajes de la biblia  Cristo, nuestro salvador, ha muerto y resucitado para perdonar nuestros pecados liberandonos.
Ha amado en la cruz se ha desposado con la humanidad; el hombre y Dios en una sola carne.
Porque donde Dios habita se está capacitado para amar de la misma forma que hizo el a sus semejantes, especialmente el hombre y la mujer mutuamente.

1.2. El amor conyugal
“Conyugal” en el contexto de la iglesia significa “bajo el mismo yugo”, es decir, la unión de dos iguales para compartir un proyecto existencial.
El amor conyugal cristiano nace del amor con el que Dios ama a su pueblo
“yo te desposará conmigo para siempre…” Os 2, 21
Y tiene su máxima expresión en Cristo:
“habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo” Jn 13,1


Amar es una llamada de la naturaleza humana, intervienen:
  • El instinto, ya que hay una atracción hacia el otro sexo.
  • La libertad, pues requiere una elección hacia un hombre o una mujer concretos.
El ser humano tiene un deseo natural de:
  • Entrega total: compartir todo y fidelidad, de exclusividad, la poligamia no es natural en el hombre.
Para hablar de este apartado nos basaremos en la siguiente cita bíblica:


“¿No habéis leído que el creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne” Mt 19, 4-6


Cuando dice Dios ha creado hombre varón y hembra. No ha creado oros sexos ni otros géneros. Esto dice la ley natural, basada en la revelación aunque la ley civil diga otra cosa.
La  expresión “una sola carne” expresa en lenguaje bíblico la unión entre dos personas físicas, psíquica y espiritualmente.
Aunque varón y mujer son iguales en cuanto a que tienen la misma dignidad, son física y psíquicamente diferentes, lo que hace que se complementen perfectamente. El varón aporta los valores de la fortaleza, la seguridad,... y la mujer, el afecto, la profundidad, etc.
La expresión “el hombre dejará a su padre y a su madre” significa que, por ley natural, para unirse al cónyuge, tanto el varón como la mujer deben abandonar la familia paterna. Este paso es siempre traumático, y si no se da correctamente, puede ser causa de muchos sufrimientos e incluso de fracaso matrimonial. No se trata sólo del hecho físico de cambiar de casa, sino de la relación que se mantendrá con la familia después de casarse. La tradición cristiana siempre ha enseñado que existe una escala de valores, según la cual lo primero para cada cónyuge debe ser Dios, a continuación el marido o la mujer, luego los hijos y por último la familia paterna. Si este orde se invierte, tarde o temprano aparecerá algún conflicto de tipo afectivo, que puede llegar a tener graves consecuencias.
Este deseo del varón de hacerse uno con la mujer, le viene de haber sido creado “a imagen y semejanza de Dios”. Dios se manifiesta mediante el amor y la perfecta unidad entre tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. El amor entre el Padre y el Hijo produce el fruto del Espíritu Santo,
Esta misma imagen se repite en la relación que tiene Jesucristo con su Iglesia, como dice San Pablo: “gran misterio éste del matrimonio, y lo refiero a Cristo Iglesia”. Cristo es la cabeza cuyo cuerpo, visible en la tierra, es la iglesia.
Esta concepción del matrimonio explica que la iglesia entienda como antinatural la práctica de la poligamia.
  • Indisolubilidad, para siempre.
La iglesia nos lo explica basándose en el siguiente evangelio:
“Pues bien, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre. Ellos le preguntaron ¿por qué moisés ordenó que si el marido quiere repudiar a la mujer, que le dé acta de divorcio? Jesús le respondió: por vuestra dureza de corazón os permitió Moisés divorciaros, pero no fue así al principio”.
La expresión “lo que ha unido Dios, que no lo separe el hombre” avala la doctrina de la iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.
Actualmente, en nuestra sociedad occidental están admitidos legal y socialmente tanto la infidelidad como el divorcio. Incluso se quiere presentar en el mundo de la política, de la cultura y especialmente a través de los medios de comunicación, como moralmente buenos. A crear este ambiente han contribuido corrientes de pensamiento como el iluminismo, el feminismo, el hedonismo, el modernismo.
Esta realidad, que ha existido siempre en mayor o menor grado a lo largo de la historia, es lo que Cristo denomina “vuestra dureza de corazón”.
Partiendo de que en la alianza conyugal no solo intervienen los esposos, sino la gracia que, a través del Espíritu Santo los sostiene, es decir, que el matrimonio “no es cosa de dos, sino de tres”, se puede decir que la indisolubilidad no es una utopía
El amor y la unidad forman parte del mismo ser del matrimonio, que de esta forma se convierte en sacramento en medio de los hombres y constituye una verdadera vocación, en respuesta a la llamada de Dios, para que el mundo conozca a través del amor concedido entre los esposos, el amor fiel de Dios a todo hombre. Verdaderamente nuestro mundo está profundamente necesitado de esta misión de los matrimonios cristianos, a la que se puede clasificar a veces de heroica..
  • Fecundidad, transmitir vida.
  • Gratitud, aunque el demonio nos presenta la cruz, sin Cristo, como algo horrible, amar es una felicidad, no es una carga; poder amar no es un yugo, sino la libertad.(DIOCESIS DE CADIZ Y CEUTA. delegación episcopal para la familia y defensa de la vida, 2016)




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